Se moría

Se moría, el amor de mi vida se moría. El cancer había podido con ella y la suerte no estaba de nuestro lado. Pasaba mas horas en el hospital que de vida, siempre mirando un cuerpo que, aún amado ahora era odiado. Odiaba aquel cuerpo enfermo, aquello que significaba dolor y pánico, el miedo que siempre me había acechado. La perdida de la compostura enfrascada en dosis de quimioterapia, en horas sentado viendo tu muerte cerca, y cerca de los tuyos.
Me enamoré antes de tiempo, te amaba antes de conocerte y te amé sin saber quien eras. La intuición me decía que tu eras ella, la que siempre había buscado. Esa chica que se debe amar y no querer, a la que uno no se puede follar y solo vale hacerle el amor. Ese sexo que no quiere placer sino un abrazo después del coito que sea puro y limpio. Aquella chica cuyo cuerpo no quiero ver, quiero oler, quiero tocar y quiero sentir disfrutando de hasta un décimo sentido de magia y nubes.
Ahora se me iba todo, perdía las horas esperando un doctor que sabe que te va a enterrar, un darme un beso de ánimos, un "todo estará bien cuando no estés", una lista de espera que nunca se acaba, un algo que falla cuando todo iba bien, un amor que va sin venir y un amor de una vida que sin haber llegado a casarme ya me es separado por la muerte.
Muchos días salía a pasear al parque, no tenía porqué ni tampoco como, solo tenía el tiempo entre cura y cura, entre destello de esperanza y vacío de todo sigue cayendo cuesta abajo. Esos días, paseaba entre hojas secas, entre árboles que se mueren, viendo tu cara reflejada en la desesperación del invierno, engañado sabiendo que ella no va a volver con la primavera, con la certeza de que no verá el verano. A pesar de saber que el último sol que verás es ese que se difumina entre las lluvias de octubre, que cuando llegue noviembre será demasiado tarde y sólo saldrás de noche a noche, sin reparar en una tarde cualquiera a disfrutar pisando las hojas que se han caído, o de los fantasmas de los árboles del camino que solíamos recorrer juntos antes de conocernos.
Ahora me como mi promesa, esa que nunca pensé que cumpliría, esa de siempre estaré ahí, de seré tu escudo para siempre, de te protegeré de que nunca te pase nada. Esa promesa de cuidado eterno que se rompe cuando el enemigo es invisible, ese tener que ser un segundo esqueleto y una segunda autoestima aunque la mía esté rota. Seré tu alegría en un estado de muerte, seré tu emoción anecdótica, tus ganas de luchar contra un problema social que no te atañerá cuando el mundo haya podido contigo, tu sonrisa falsa en un momento determinado, tu sonrisa verdadera cuando una buena noticia se huela en el ambiente. Seré tu lucha interna, seré tu lucha externa, seré brazo de apoyo cuando llores, seré tu rodilla de repuesto para cuando caigas, seré tu piel y tus entrañas. Seré aquello que te prometí, y lo seré mientras te mueres, a pesar de que cuando lo hagas, dejaré de ser.

Entradas populares