Noches.

La luz,
que poco a poco pasa de clarita a gris y luego a lluvia.
Un pedazo de cielo que ya no se ve
y la noche, que ataca antes,
se va mas tarde
y te deja más tiempo de cobijo para estar solo.

Muchas veces quiero llamarte
pero no puedo porque se que estás dormida
y yo insomne, con la mirada en el vacio,
el alma en desidia y la vida colgada,
pero nunca en paz, o dormdo.
Cuanto más tarde se hace más sólo me siento
y más difícil es encontrar una solución
al desamparo nocturno
a la dicha de estar escondido.
Al peregrinaje hacia la mañana.
Que a veces parece que no llega nunca
y te vuelves loco,
porque se ha encendido una ventana.
Quizá sea la señal,
de que el día vuelve,
de que la vida vuelve,
de que el tiempo vuela.
Y yo,
como murciélago,
me asusto
y entonces es cuando prefiero esconderme.

Me creo un perro,
que se pasa la noche buscando a su dueño
cuando nadie le mira
y puede ladrar en paz,
aunque solo lo haga en silencio.

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