Agosto II

En verano se duerme abrazados.


Él siempre ha querido ser libre.
Siempre ha querido llevarse sus raíces a otra parte,
hacer carrera fuera, que aquí no se puede.
Huir,
como un nómada,
que falto de afecto,
busca en el camino cosas que encontrarse para no sentirse sólo.
Muy amigo de sus amigos el tiempo que está con ellos,
el resto quiero estar lejos,
como el resplandor de la luna que está en el cielo.
Puedes verlo, pero no puedes tocarlo.

Él siempre ha querido viajar,
coger muchos aviones
contar muchas historias
y tener la pared llena de billetes de metro que no se pueden leer.
Tatuajes hechos con tintas fabricadas en china,
Taiwan,
Corea,
o el Congo.
Con amigos en cada puerto y una anecdota en cada bahia.
Una necesidad curiosa,
implantada por la falta de rutina,
por un ejemplo familiar,
por lo que dijo la tele y las películas que viste sobre gente que cabalga aviones
y que no lleva nada en la mochila.

Pero un día todo cambia,
encuentras algo que es más valioso,
y él la encuentra a ella.
Le invita a dormir y de madrugada,
le abraza.
Le dice no te vayas, que yo te quiero.
No te vayas, te voy a echar de menos.
Y los muebles, por el suelo,
y la cabeza en bucle.
Los sueños todos tirados,
convirtiendose en abanicos rem que ahora mira a otros espejos.
Una metamorfosis de la oniria
y cambiar la decoración,
que deja de ser curiosa por ser amada.
Atada a un poste en una cama, de la habitación,
que ahora más que cuatro paredes tiene sólo una ventana
lo puedes llamar hogar porque está ella.

La decisión de amarse toda la vida delante
y enfrente todo un camino que recorrer.
La curiosidad de lo íntimo,
de lo efímero,
de lo perpetuo y de lo cotidiano.
Renunciar a grandes aventuras por pequeñas desventuras en un cuarto de baño.
La paz de un ser querido frente a la guerra de mandar postales.
Las ganas de irse a hacerse mayor,
de soltar rienda,
de que cambie tu vida,
por tu zona de comfort,
más que comfortable necesaria,
cargada de medicins contra el miedo a la existencia,
la no-sonrisa,
lo no-besos.
Pildoras de amor con forma de persona.
Tan real y tan tangible,
que seguro que funciona.

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