Agosto III

Todos tus amigos seguirán allí cuando te vayas y vuelvas para el verano.
Te preguntarán qué tal estás
te diran que se alegran de verte
y tu vida,
retomará su sitio como un nómada que encuentra su parcela.
Todos seguirán igual,
una cerveza en una terraza,
una conversación amena,
un cotilleo a contratiempo y una sonrisas inocentes.

Sin embargo ella quizá ya no esté
cuando te embarques en un barco que te lleve lejos
a vivir una vida lejana
prospera,
pero en otro sitio,
y no te la lleves en el alma ni le envies las suficientes cartas.

Por eso tienes que cuidarla.

Porque se desvanece,
porque se vuela con las nubes,
se la lleva el tiempo y deja de existir,
se pudre,
se consume,
se evapora,
desaparece dejando un rastro de melancolía
que por mucho que sigas nunca llega a ningún puerto.

Se va,
tenlo claro,
que algún día dejarán de llegar postales,
que ella no es tu amiga a la que ver en Navidad
y abrazar
como si siempre hubieras estado presente.
Que ella no es alguien a quien olvidar en el tiempo.
Que ella no es alguien, sin más,
en el peor sentido de la palabra.
Es algo que no se olvida,
una espina entre las aortas y un corona de espinas.
La necesidad con dos piernas y dos brazos y la melancolía envasada.
Ella es más de lo que nunca pensaste
y si te vas,
procura que se quede,
no te arrepientas.


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