Noviembre I

No entra luz en mi cuarto,
o al menos no la suficiente.
Vivo en una cueva que es un segundo.
El sol se filtra en patios interiores
y cuando llega a mi casa,
parece otro.
Me paso muchas mañanas preguntandome si me ha abandonado,
o si he sido yo el que ha decidido irse para no verlo.
Si de verdad quiero estar a oscuras,
si no quiero ver lo que hay fuera.
Echo de menos la lluvia en los cristales,
y echar la cortina en verano.
Hecho de menos sacar las manos y mirar lo que pasa por la ventana.
Delante sólo tengo un vecino con el que no hablo,
y del que me escondo cuando me desnudo,
y siempre estoy desnudo.
No encuentro otra forma de sentirme en mi casa,
que no sea desnudo
con mis cicatrices al aire,
con todo lo que sangra al aire,
con mis vergüenzas al aire,
siempre encima,
y yo encerrado
en un cuarto sin luz. 

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